A lo largo de la historia han existido muchos términos para denominar a la discapacidad. Son notables los cambios de paradigma respecto al lenguaje para referirse a este grupo de personas y sin duda se ha avanzado en pos de una sociedad cada vez más inclusiva, pero aún estamos muy lejos de lograr a cabalidad la inclusión efectiva en toda la sociedad.
Aquellos términos peyorativos o descalificativos son totalmente erróneos por lo que no deben utilizarse, lo único que se logra con aquel lenguaje es la discriminacion, la exclusión, invisibilización, etc. La mayoría de estos términos denotan ignorancia y desinterés por atender la diversidad. Según Romañach y Lobato (2005), las palabras llevan asociadas ideas y conceptos que representan ciertos valores según ciertos patrones culturales, por lo que si queremos alcanzar una cultura inclusiva, debemos cambiar las palabras que dan soporte a ideas y creencias que excluyen y minusvaloran.
Un término bastante utilizado es el de necesidades educativas especiales, lo que fue cambiado por personas con discapacidad con la finalidad abandonar un enfoque en el que se responsabilizaba al sujeto por estar desviado de la norma, adoptando un enfoque que enfatiza el entorno social como principal razón de complicaciones y limitaciones (Diaz y Rodriguez, 2016).
Personas con discapacidad es el término que posee mayor aceptación por los organismos internacionales respecto a inclusión, el problema radica en que la realidad de la discapacidad siempre ha sido pensada desde la normatividad, donde la discapacidad representa una desviación dentro de un sistema sociocultural, conceptualizando más desde lo que limita en vez de un reconocimiento a lo diverso (Muyor y Sanchez, 2018). Palabras como discapacidad o inhabilidad resaltan la imposibilidad de acciones que responden a cánones sociales imperantes, otorgando una valoración negativa que se interpreta como déficit o anormalidad.
Debido a que el lenguaje produce, modifica y orienta el pensamiento, se ha intentado acuñar nuevos términos que visibilicen de forma más adecuada a este colectivo de personas (Romañach y Lobato, 2005). Es por esto que en el Foro de la Vida Independiente llevado a cabo en España, se propone el concepto de diversidad funcional con el fin de reivindicar y dignificar la diversidad del ser humano. (Diaz y Rodriguez, 2016; Romañach y Lobato, 2005; Rivera, 2015). Este término intenta alcanzar un punto medio entre lo que procede desde el sujeto y lo propio del sistema social cultural.
Al validar los términos y constructos creados a través de su uso en el lenguaje cotidiano, se abre paso a acciones específicas y estructuras psicosociales que defienden ciertas posturas e ideologías del grupo que crea dichos términos (Rivera, 2015). Con la finalidad de seguir avanzando hacia la inclusión, se siguen proponiendo nuevos términos para nombrar este grupo humano, un ejemplo de estas iniciativas es el concepto de disidencia funcional, que pretende visibilizar y facilitar la participación de todos los integrantes de la sociedad, reafirmando la identidad al reconocer lo único y lo diverso (Rivera, 2015).
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